viernes, 25 de octubre de 2013

unaDeTodas - El Químico Parte IV

Hello again! Perdonen la desaparición. En este tiempo deje con mi novio, estoy cursando mil materias y nuevamente estoy hablando con amigas que hacía años que no veía... He estado ocupada.

Lo último era el químico gruñón de besos tiernos. 


Ese beso fue tan lindo... Después caminamos hasta mi parada abrazaditos (eso era re incómodo porque el loco era RE petiso pero bueno...) y cada tanto me robaba algún beso.

Me tomé el ómnibus y lo mismo, unos mensajes tan tiernos que parecía otra persona. Y algo no me cerraba: ¿por qué la cara de serio cuando estamos juntos? ¿Cómo puede ser tan tierno por mensaje?

Los días siguientes fueron encantadores, muchos mensajes súper tiernos, nos matábamos de la risa el uno con el otro... Todo por teléfono. 

Yo estaba preparando un examen de álgebra, entonces no tenía mucho tiempo para salir, pero le hice un rato un miércoles, antes de una clase de consulta.

Nos juntamos en la plaza Varela a charlar. 

Una seriedad increíble. Les juro, una cara de serio... Nos sentamos en un banquito y casi que tuve que pedirle que me pasara un brazo por los hombros... Yo no podía creer que el mismo que todas las noches me rogaba besos por mensaje fuera el rubiecito sentado a mi lado.

Llego la hora de la clase y me acompañó a facultad. Elegí el camino largo, a ver si en ese recorrido se avivaba de que estaba enojada. Mejor dicho, confundida. 

Se dió cuenta, pero opté por no decirle en ese momento. Tenía miedo de que no me gustara su reacción y no poder disimular.

Me fui a clase y el me mandó un mensaje; si estaba bien. Le mandé que estaba confundida, que no sabía a quien acababa de abrazar, pero que no parecía el químico que yo conocía. Me explicó que bueno, que le encantaba cuando yo lo abrazaba, que solamente era que no le salía con tanta espontaneidad como a mi...

Pero algo se sentía mal

martes, 16 de julio de 2013

unaDeTodas - El químico Parte III

Retomando (perdonen la demora).

Ese viernes dí el examen. Salvé.

Nos encontramos ese fin de semana con el químico. Nuevamente, las mismas sandalias chatas (y sí, el único par de zapatos sin taco que tengo), musculosa, un buzo calado y un jean.

Había tomado sol, por lo que mi espalda estaba totalmente incendiada. Ese fue el motivo detrás del buzo calado: disimuladamente permitir que el viento refrescara mi espalda.

Nos encontramos de tarde temprano en Pocitos y empezamos a caminar. Caminamos hasta llegar a Punta Carretas, y decidimos subir hasta el shopping. Ni bien agarramos Bulevar Artigas, me ofendí por algo que dijo y le dije que me iba. Me alejé caminando, calculando que iba a venir a buscarme... No lo hizo. Siguió caminando como si nada.

Perdió mi orgullo, porque había unos hombres con pintas siniestras, y tuve que salir corriendo atrás de él.
-La próxima que me hagas correr atrás tuyo, no lo voy a hacer.
-Si ni entendí por qué te fuiste, ¿cómo voy a hacerte volver?

Seguimos caminando, paseamos un rato por adentro del shopping, nos encontramos con una amiga mía de facultad con su familia... Nos reímos de algunos aspectos polémicos que vimos por ahí...

Como siempre, mi lado infantil ganó y me tomé un helado. Nunca puedo resistirme. No me dejó comprarlo, sino que insistió en invitarme. Le dí mi speech feminista pero no sirvió de nada (y en el fondo, un poco me gusta que me inviten).

Seguimos caminando y charlando, y decidimos volver a la rambla. Nos sentamos en el muro que hay en la plaza donde se encuentran Bvar. Artigas y la rambla. Un viento helado, sobre mi espalda hirviendo, apenas cubierta con un buzo de crochet... Empecé a temblar a los segundos. Me abrazó y quedé estrujada contra su cuello.

No pregunten que impulso suicida me ganó, pero le di un beso, lento y con amor, en el cuello. Luego, uno en el cachete, que ya a estas alturas estaba sonrojado. Antes que pudiera darle un tercero, me dio un beso.

En una película decían que el primer beso te dice mucho sobre una relación. Al menos para mi, es una mentira grande como una casa. Fue un beso tierno, dulce. Más parecido al chico que conocía por mensaje que al chico que conocía (y conocí) en persona.

Seguimos ahí abrazados, con algún beso y alguna palabra cada tanto. Realmente nos sentíamos cómodos el uno con el otro, pero ya se empezaban a notar algunas tensiones. A mi me molestaba muchísimo la forma en la que él se burlaba constantemente de algunas personas, basándose en aspectos físicos. También me molestaba que siempre parecía estar enojado.

Con el tiempo, esto comenzó a pesar.

domingo, 31 de marzo de 2013

unaDeTodas - El químico Parte II

Chicas

¡Felices Pascuas! Empachada de chocolate (aunque sea alérgica) voy a seguir con el relato del químico.

Realmente, me gustaba. Era culto, divertido, lindo... Y no me dejaba ganar todas, lo cual es mi debilidad. Soy muy dominante, por lo que un hombre que agarra las riendas, me puede.

Seguimos mandándonos mensajes todo el fin de semana, con ganas de vernos... Muy tierno todo.

El lunes yo iba a ir a la facultad a estudiar con un amigo y él tenía un parcial. Entonces quedamos en juntarnos a comer en la Plaza Matriz. Él me llamaba al salir del parcial y nos encontrábamos ahí.

Que ansiedad la noche antes. Me quería vestir linda, pero no muy llamativa, ya que iba a ir a la universidad. No me podía poner zapatos con tacos porque él es bajito, entonces ya estaba más limitada... Opté por vestirme como me visto siempre, mostrar la realidad de como soy - jean, sandalias chatas, camisa blanca bien femenina.

Toda la mañana ansiosa, mientras estudiaba con mi amigo. Le conté y se mataba de la risa. Me dijo: "que feo, me cambias por un machito ahí...".

A eso de las 12, me llama el químico: había salido del parcial, le había ido bárbaro, ya salía para la Matriz. Fui al baño a lavarme la cara y los dientes (fundamental) cuando me suena el celular: un amigo.
- ¿Estás sentada? - con tono triste
- Si Tom, no jodas, ¿Qué pasa?
- Dale boluda, en serio, ¿estás sentada?
- Si mijo, acostada. ¿Qué pasó?
Me contó que una amiga había fallecido. Su padre la había confundido con un ladrón y le había disparado.

No les puedo explicar lo que sentí, pero no se lo deseo a nadie. Fue como que me sacaran el piso, y quedé en shock, mirándome al espejo, mientras todo el color se drenaba de mi cara. Junté todo y salí del baño, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no llorar. Pasé la bedelía en shock, sin saludar. Sentí que me saludaban, pero no tenía la fuerza para darme vuelta. Pasé la recepción con cara en blanco, aguantando el impulso de gritar. Ni bien atravesé la puerta, corrí. Corrí hasta el portón y salí.

Cuando salí, me sentía sin fuerzas. Como si de repente, hubiera corrido una maratón. Me doblé por la cintura, con las manos en las rodillas y jadeaba; no tenía aire. Me senté y rompí a llorar. Un llanto primitivo, aullando. Sentía que se me partía el corazón y que no podía respirar. Estuve así unos minutos, hasta que sentí voces: no estaba sola.

Abrí los ojos, y vi a una amiga mirándome con ojos desorbitados. Sentí una mano en el hombro: un amigo con cara de consternación. "¿Qué pasa?", me preguntaban, y yo balbuceaba: "Se murió, se murió, se murió...". Me abrazaron hasta que logré armar una frase coherente y les expliqué.

Al rato, me acordé del químico, esperándome en la Matriz. Decidí que era buena idea verlo, que capaz que me ayudaba a sentirme mejor. Que no iba a decirle nada, así me distraía. Así que me fui hasta la parada y tomé un ómnibus.

Iba en el ómnibus cuando la realidad me volvió a dar como una sarten en la frente, y rompí en llanto nuevamente. Era consciente de que la gente me miraba, pero no me importaba. Mi amiga estaba muerta, ¿qué me cambia que me miren? Hasta que sentí una señora comentando: "¿viste que horrible lo de esa chica en Carrasco? Pobre padre". Me paré y me alejé de la conversación. No podía soportar que otras personas, que nunca la habían visto, manejaran su desgracia y discutieran la culpabilidad de un hombre excelente. Es una característica de este país: todos opinan de todo.

Me llamó un amigo, a preguntarme que había pasado y a consolarme. Fue peor, porque perdí el poco control que tenía y volví a llorar desconsolada. A esa altura, todo el ómnibus me miraba. Por suerte, enseguida me bajé, no sin antes recibir un: "sea lo que sea, tené fuerzas, siempre se puede salir adelante" del conductor, que me regaló un paquete de pañuelos.

Las cuadras que caminé hasta la plaza me ayudaron a recuperar la compostura, ya que mi plan era no decirle nada. Pero ni bien llegué y lo vi, rompí en llanto nuevamente. Antes de decirle "hola", ya estaba abrazada a su cuello y llorando desconsolada.

Pobre muchacho. No entendía nada, pero me abrazó fuerte y en silencio.

Cuando logré calmarme, me preguntó que pasaba. Cuando le conté, quedó helado. Me dijo: "no hubieras venido, lo hubiera entendido", pero le dije que lo quería ver, que necesitaba algo que me distrajera porque no podía respirar.

Dimos un paseo por la plaza y caminamos un poco por la Peatonal Sarandí, hasta que realmente sentí sed. No tenía hambre (tenía un nudo en el estómago) pero me obligó a comer una hamburguesa y papas. Hablamos, y logré entretenerme un ratito, y realmente, empecé a sentir mucho cariño por él. La forma en la que me cuidó me hizo sentir muy querida, y nos llevábamos muy bien.

A las tres, yo tenía una clase en la facultad, y me ofreció acompañarme. Le dije que aprovechara sus vacaciones y que necesitaba un rato sola, y me lo respetó. Me acompañó a la parada y me fui. (Admito, yo estaba esperando un primer beso que no pasó).

En el ómnibus, le mandé un mensaje que, entre otras cosas, le agradecía, y le decía que lo quería. Era un paso muy grande, pero tenía miedo. Miedo de nunca poder decirlo. Miedo a lo efímero que es todo. Y se lo mandé, y él me respondió que, si bien apenas nos conocíamos, también sentía lo mismo.

Yo llegué a clases sintiéndome bien por ese mensaje, hasta que me acordé una charla con mi amiga hacía poco, en Joia. Bobadas de casamientos y fiestas. Y volví a desarmarme. Por suerte, me dio el tiempo para llegar al baño, y que nadie me viera llorar. Sólo una chica, que a partir de ese momento, fuimos grandes amigas.

La clase fue una tortura. Nadie sabía, pero mis ojos rojos eran un anuncio indeseado de mi dolor. El profesor se acercó a preguntarme algo y las lágrimas caían de mis ojos. Traté de esconderlas con el pelo, pero sin éxitos. No me preguntó nada, no le conté nada. Si le conté a mi compañero de estudio, que me dijo que me fuera a casa. Pero no quería estar sola.

Al terminar la clase, el profesor me estaba esperando para hablar. Me preguntó si tenía miedo al examen y le conté que no tenía nada que ver, sino que era por lo que había pasado. Me dijo que no diera el examen, que era en pocos días, pero no quise. Creo que tenia miedo que si no hacía nada, el dolor me iba a consumir.

Toda la tarde, el químico me mandó mensajes, preguntando si estaba mejor, si no, si necesitaba algo.

¿La verdad? Él fue un pilar para sobrellevar ese duelo.

jueves, 28 de marzo de 2013

unaDeTodas - El Viejito Lindo Parte IV (final)

Chicas!

Perdonen, arranqué una historia sin terminar otra! Me había olvidado por completo!!!

Justo ayer me mandó un mensaje el viejito, ¡y me acordé que no les había contado como seguía! Mal yo.

Bueno, ese domingo me dejó en casa de noche. Antes de dormirme, me llamó Juan, que se estaba dando cuenta de que no lo llamaba, ni le respondía muchos mensajes. Es decir, notaba que no le estaba dando tanta bola como antes. No le di bola, le dije que bueno, que capaz que no era feliz con la pseudorrelación que estábamos teniendo.

Al día siguiente, seguían los mensajes de ida y vuelta con el viejito. Algún mensaje durante el día, messenger de noche... El martes me llamó y me dijo:
- Mañana es mi día libre, ¿querés almorzar?
- Tengo poco rato... Capaz que si me robo alguna...
- Pensalo y me decís más tarde, si preferís
- No, dale. Me robo literatura, que es la primera de la tarde

Obvio que, aunque fuera invierno, no me iba a poner esas medias inmundas grises largas. Me depilé las piernas, ya que no estaba como una porcelana, y fui a clases, en invierno, sólo con la pollerita.

Ese día, faltó la profesora de la materia antes del almuerzo. Lo llamé para adelantar nuestros planes, pero estaba ocupado, así que no adelantamos mucho. Me pasó a buscar con cara de shock.
- Me impresiona verte de uniforme - me admitió
- ¿Es joda?
- No, en serio. Me siento más anciano.

Nos reímos y manejamos hasta la rambla. Nos sentamos en el auto, charlando. Inevitablemente, llegamos a que era imposible, que una diferencia muy grosera de edad... Pero había algo. De repente, me miró a los ojos (me hipnotizó con esos discos azules increíbles) y me dió un beso. Un beso de verdad, de esos primeros besos que te sacuden todo. Y ahí se nos cayeron todos los planes.

Seguimos con la discusión racional, interrumpida por algunos besos que nos motivaban a buscar soluciones.

Por suerte, siempre hay algún enviado del Señor: me llegó un mensaje de una amiga: "En literatura hay orales sorpresa, NO FALTES". Así que le pedí que me llevara a clase (sin haber almorzado y muerta de hambre). En el camino, seguíamos buscando soluciones, que nunca encontramos. Lo único que me dijo fue: "En setiembre te llamo", ya que en setiembre cumplía 18. Pero para setiembre, él ya tenía novia, una chica de su edad.

Y así, sin haber empezado, terminó nuestra historia. O eso quisiera.

Nos seguimos viendo muchísimo, y siempre que nos vemos, vuelan las indirectas y la tensión sin resolver. En un evento que coincidimos, en el que yo usé un vestido blanco y negro muy elegante, en el que también estaba el diplomático, volaban los cuchillos entre ellos. También en una reunión, siempre que podía, me susurraba algo al oído.

Hasta que un día se quejó de dolores en la mano y le hice masajes. Después me llamó y me confesó que se le había movilizado todo, que tenía asuntos sin resolver conmigo. Le dije que no correspondían esos comentarios, y quedó por ahí.

Igual, siempre que puede me tira alguna indirecta divertida, le sigo la corriente y nos reímos un rato. Nos reímos hasta que se pone celoso de cualquier ser humano que me mira, momento en el que le recuerdo que se le pasó el tren en setiembre 2010.

domingo, 24 de marzo de 2013

unaDeTodas - El químico Parte I

Para quienes no saben, además de bloguera, soy twittera. No escribo mucho, pero lo uso para despotricar de la vida. Es más barato que un psicólogo, y lo puedo hacer en el ómnibus rumbo a la facultad.

Un miércoles de noviembre 2011, preparando el teórico de un parcial de álgebra  me puse a leer los tweets de la gente a la que sigo. En particular, un amigo retwitteó un tweet de uno de sus amigos. Para los que no dominan twitter, "retwittear" es como "compartir" en facebook; le mostrás a todos tus seguidores una publicación ajena. En este caso, era un muchacho que se quejaba de tener un parcial y un trabajo en el mismo día. Le respondí que peor era tener parcial de noche, saber que vas a tener resultados desastrosos y que encima, haya paro de ómnibus. Me respondió y comenzamos con idas y vueltas. En lugar de hacerlo público, fue por mensajes privados.

Nos divertimos mucho, y me deseó suerte en el parcial.

Al llegar a facultad, agarré a una de mis mejores amigas, que sabia que era amiga de la hermana de este chico, y le pedí información. "Muy inteligente, pero petiso, tiene novia", fue la respuesta. Tuve el parcial (en el que obtuve un 12, nota máxima... ¡Buena influencia el pibe!) y al llegar a casa tenía mensajes de él. Nos agregamos a Facebook y charlamos. Intercambiamos números y nos mandamos mensajes el jueves y viernes.

El viernes de tarde junté coraje y le dije que me embolaba conocer tanto a alguien por Facebook, si quería ir a comer algo, no con fines románticos, sino como amigos. Aceptó.

En mi casa dije que íbamos a comer con unos amigos y fui hasta Arocena (una calle que tiene muchos locales y lugares para comer cerca de donde vivo). Recordando que mi amiga me había dicho que era bajito, me puse sandalias bien chatas. Elegí un jean blanco y una remerita sencilla, pero con encaje a los costados del cuerpo, para darle un poco de gracia.

Cuando llegué y lo vi, me dije a mi misma: "no está nada mal, eh...". 1.70 m (o menos), complexión de rugbier, bien rubio y ojos de un celeste increíble. El color de ojos siempre ha sido mi debilidad, quizás porque siempre miro a los ojos a la gente, así que no estaba nada decepcionada. Nos sentamos en La Pasiva y pedimos muzzarellas y fainá.

Hablamos de todo un poco, y no parecíamos desconocidos. Por el contrario. Además tenía conocimientos de muchísimas áreas, por lo que fue interesante.

Después de cenar, salimos a caminar, bajando hasta la Rambla. Charlamos de cada uno, de las familias, las facultades, las dificultades de congeniar carreras exigentes con la vida social... Nos llevamos muy bien muy rápido.

A eso de las dos de la madrugada, lo acompañe a la parada. Esperamos hora y media a un ómnibus que nunca pasó, hasta que me decidí a tomarme un taxi, llevarlo hasta una terminal más grande y luego irme a casa.

En el taxi, casi sin darme cuenta, me apoyé sobre su hombro. No parecía muy cómodo, pero enseguida me abrazó. Fue un momento diferente, ya que hasta esa altura habíamos actuado como dos amigos.

Cuando llegué a casa, me cambié y esperé a que llegara a la casa para dormirme. Cuando le expliqué que no me dormía si no estaba segura de que mis amigas o amigos hubieran llegado bien, se enterneció y me confesó que tenía muchas ganas de seguir conociéndome. ¿Dudan que yo no?

Volví!

Aloha!

Perdonen la desaparición, mal yo. Me fui de vacaciones, después trabajo, enfermedad... No me daba la vida.

Retomo las historias de mis andanzas. Quizás este año me anime a hablar de mi primer gran amor... Quizás.

Quizás alguno de los lectores contribuya en algo... Sé que mis amigas podrían cooperar en algo, pero se divierten más leyendo que escribiendo. Todas unas vagas.

Vamos a retomar con el químico, una historia moderna y llena de tecnología.

domingo, 16 de diciembre de 2012

El corazón roto

Chicas

Hoy descubrí una de esas sensaciones que siempre me intrigaron, pero sabía que era mejor no conocer.

Es como Papa Noel: sospechás que hay algo que no conoces, pero que es mejor no saber.

Por primera vez, supe lo que es tener el corazón roto. Entendí de que se trata y por qué ese nombre.

Es una sensación espantosa en el pecho, como que algo no está funcionando bien. Una angustia que te ocupa todo el pecho, que no habías sentido nunca, y que te va sacando el aire de a poquito. Podés respirar, pero no se siente bien. Duele.

A todo esto, de a poco vas entendiendo que es lo que te pasa: algo te afectó mucho. Racionalmente, entendés que no estás enferma. Pero duele. Duele y duele y no hay forma de que pare esa opresión en el pecho.

A la vez, hay algo en tu interior que te da ganas de llorar. No un llanto femenino y delicado. Un llanto de lobo aullando a la luna. Ese llanto-grito que te saca el dolor. Pero no podés vocalizarlo.

Y de a poco, sentís que te quebrás. Se quiebra algo adentro, se quiebra como vidrio.

Cuando pasa, queda un dolor sordo en el pecho.

Con razón le dedican tantas películas: un evento así es algo memorable.